La villa de Olmillos de Muñó se sitúa en el límite de los partidos judiciales de Lerma, al que pertenece, y de Burgos. El Campo de Muñó fue su ámbito administrativo, agrario y ganadero. Perteneció al alfoz de Muñó y a su merindad.

Su nombre es un ejemplo de fitonimia, abundante en la provincia de Burgos por sus olmedas, olmos y olmas, situadas en las plazas mayores de varias localidades. Olmillos quiere decir conjunto de chipiales o brotes de olmos. La aparición de Olmillos en la historia de Castilla hubo de suceder en las últimas décadas del siglo IX o en las primeras del siglo X, cuando el Campo de Muñó significó tanto para la economía castellana que mereció el primer rango administrativo (merindad) y hasta leemos nombres de obispos actuales en esa demarcación. Olmillos de Muñó fue pronto objeto de transaciones económicas y de inversión de capitales por vecinos y por señores afortunados. Así, veremos como ya en el siglo XII varias familias dominan los intereses de la villa. En este juego entra la real Abadía de Las Huelgas de Burgos.

Don Pedro de Barberana y Aparregui, Caballero de Calatrava

En el año 1219 la abadesa, doña Sancha García, compra a Martín Gutiérrez de Argomedo los derechos sobre quince collazos (labradores con hacienda) en Olmillos de Muñó. Martín Gutiérrez recibe del Monasterio, a cambio, 30 maravedises y un manto. Un mes más tarde la abadesa compra a Fernando Gutiérrez de Sales sus derechos sobre labranzas en Olmillos de Muñó, por los que pagan cuatro maravedises y un manto. La voluntad del monasterio burgalés era clara, deseaba asentarse firmemente en Olmillos de Muñó. Cuando en septiembre del año 1219 el papa Honorio III confirme el dominio y los eséncianos de Huelgas ya incluye sus intereses en Olmillos. Cinco años más tarde los hermanos Fernando Pérez de Mazuela, caballero de calatrava, y su hermana María, venden a la abadesa su hacienda en Olmillos de Muñó por la que cobran 31 maravedises y un manto. Ya en el año 1350 la villa tiene el señorío de abadengo, y los vecinos pagan solamente dos impuestos al monasterio: la martiniega (10 maravedises) y la infurción (50 maravedises). No pagaban fonsadera y cuando se cobraba la moneda se la daban al monasterio, no al fisco real.

Pasaron centurias bajo el dominio moderado de la abadesa y señora de Huelgas, pero en el siglo XVIII, la villa aparece adscrita al régimen de realengo. Por otro lado, el índice de población, que en la actualidad ha descendido cuantiosamente, en el año 1591 era de 26 vecinos (unos 120 habitantes), parecida cantidad registraba en el año 1843, cuando sumaba 110 habitantes. En la actualidad el número ha descendido por la emigración masiva a la ciudad.